(México La Red). Enrique Olvera nació en 1976.

En el mundo de la gastronomía mexicana de alto nivel, no hay mejor exponente que el famoso chef Enrique Olvera. Nacido en la Ciudad de México en 1976, estudió en el Culinary Institute of America en Nueva York, en donde aprendió todo tipo de técnicas internacionales y clásicas de cocina. Experimentó mucho al inicio de su carrera, incluso incursionando en técnicas gastronómicas francesas.Personajes mexicanos

Sin embargo, no fue sino hasta que se enfocó en la elevación de la comida mexicana que su carrera despegó como lo ha hecho hasta ahora. Su identidad se basa en elegir los mejores ingredientes de nuestra tierra para crear platillos típicos que remitan a lo que ya conocemos pero con una atención al detalle espectacular. Su famoso restaurante Pujol es el mejor ejemplo de por qué su cocina ha llegado tan lejos.

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Enrique Olvera y la sinrazón

Su editorial levantó un debate: saber si quien paga manda, o no

El chef Enrique Olvera tiene razón. Su editorial reciente levantó un debate que hacía falta: saber si quien paga manda, o no. Aquellos que atacaron a Enrique por defender sus creaciones culinarias abogaron en redes sociales por su derecho a solicitar salsa Valentina en cualquier restaurante, para aderezar la comida a su antojo. Enrique no piensa igual. Él señala, con tino, que el cliente no siempre tiene la razón.

Difiero de Enrique en que el problema del empoderamiento excesivo del cliente tiene su origen en la filosofía empresarial estadounidense. En Europa los mecenas de artistas plásticos y de las artes escénicas comisionaron a artistas a realizar muchas obras por siglos, con el patrón inmiscuyéndose en muchas ocasiones (originando a veces un desastre). No obstante, los patronos comisionaron también obras gloriosas, como los frescos de la Capilla Sixtina, encargados por el papa Julio II a Miguel Ángel.

Pero a lo que todos deberíamos aspirar es al respeto mutuo y al diálogo entre el cliente y el proveedor. El respeto es un atributo poco común en la era de la deificación de los derechos. El “naco” mexicano surge de mentes torcidas con premisas malentendidas: porque pago, mando, y deja de ser relevante si el proveedor es experto o si invirtió años estudiando para perfeccionar su oficio. El problema del patrón tipo ‘Lord’ o ‘Lady’, que por pagar piensa que manda, y del proveedor que no rebate tal petición, tiene que ver con una devaluación psicológica de ambos. El primero porque cree que al erogar dinero todos los derechos se le transfieren, lo cual es falso; y el segundo porque se asume desvalido, y está dispuesto a destrozar su creación a cambio del dinero que recibirá. El único ámbito donde el ‘nacomexicano con dinero respeta al experto ocurre cuando logra comprar un avión: solo ahí respetará las decisiones del piloto, y no querrá darle órdenes sobre la altitud o la velocidad del vuelo.

Resulta inquietante que tanta gente en México se levantase contra un chef para tildarle de pretensioso, ‘whitexican’ y clasista. Y contra un chef de primera, además. La horda de nacos empoderados por algunos miles de pesos en sus cuentas bancarias está engrosándose. Qué bueno que tengan dinero, pero el buen gusto es su carencia principal. Son los mismos que están construyendo casitas italianas en El Bajío, para sentirse en la Toscana guanajuatense; o los que se sienten realizados al asumirse ‘influencers’, comprar en el ‘click & collect’ de Liverpool, vestir como ‘hipsters’, o enorgullecerse por ser ‘cool’ y andar ‘topless’ en alguna vacación en Mazunte. Y, tristemente, ya son muchos.// El Heraldo


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