A veces es un aviso que se lee en la entrada de algunas poblaciones o en sus calles comerciales en el que una pancarta advierte: "Vecinos en contra de la delincuencia. Si te agarramos robando 'ya valiste madre' [ya no hay remedio] y te linchamos". Otras, como la ocurrida el pasado 24 de mayo en la localidad de Atlalongo, el aviso se hace realidad y una turba mata a una mujer y un hombre a golpes en el quiosco municipal tras acusarles de ser secuestradores. La semana pasada, en Cuernavaca, un hombre fue golpeado hasta la muerte al sorprenderle los vecinos robando en una casa. "El linchamiento es un fenómeno de justicia por propia mano ante la falta de confianza en las autoridades", explica a EL MUNDO Francisco Rivas, director del Observatorio Nacional Ciudadano, una organización encargada de estudiar la violencia en México.
Fue el pasado mes de octubre cuando estas ejecuciones sin juicio, en las que el verdugo es una multitud exaltada, saltaron a la primera plana de los medios nacionales por un trágico suceso ocurrido en la localidad de Ajalpán (Puebla), donde dos hermanos, encuestadores, fueron a realizar su trabajo allí y fueron confundidos con secuestradores. La multitud los mató golpeándoles y quemándoles vivos comprobándose su inocencia tras su macabra muerte.
Saltaron entonces las alarmas ante unos brotes de violencia cada vez más comunes en el país. Según la publicación Sinembargo, entre 1988 y 2005 (17 años) hubo 16 tentativas de linchamiento; entre 1996 y 2005 (9 años) fueron 123 y entre 2010 y abril de 2014 (4 años) la cifra ascendió a 127. Los linchamientos que acabaron en asesinato, en esos tres mismos periodos, fueron de 15, 53 y 32.
Otros datos, en este caso de un estudio titulado 'Crisis de autoridad y violencia social: los linchamientos en México', del profesor Raúl Rodríguez Guillén, sociólogo de la Universidad Autónoma de México, cifran en 107 los linchamientos o intentos de linchamientos en el país entre 1988 y 1999, y de 129 entre 2000 y 2010. Cifras más bajas y sorprendentemente no oficiales, no las hay, de este violento fenómeno.
Un práctica fuera de las estadísticas
"Por insólito que parezca, no existen estadísticas oficiales sobre linchamientos e intentos de linchamiento en nuestro país. Los datos sobre los incrementos en el número de linchamientos solo se pueden obtener a partir de investigaciones privadas", explica en un artículo de la revista Perseo la antropóloga Elisa Godínez, una de las personas que ha investigado las causas y consecuencias de estos violentos sucesos. "Los números que tenemos los obtenemos de los medios de comunicación", afirma también Rivas.
¿Cuáles son los detonantes de estas multitudinarias palizas en las que la población administra la Justicia? "El artículo 17 de la Constitución prohíbe ejercer la violencia de propia mano, pero desgraciadamente esos actos crueles se producen ante la impunidad y malestar acumulado ante la ausencia del Estado de Derecho", explica a este periódico el politólogo Gerson Hernández.
Un denominador común de muchos de los casos es que la violencia la desata un simple rumor sin confirmar y los muertos son inocentes de los crímenes de los que se les acusan. "La rabia acumulada y la falta de castigo a los delincuentes mantienen relación de causa-efecto, pero los linchamientos son, ante todo, una forma de señalar que los límites han sido rotos y que es necesario restablecerlos. Es decir, expresan la ruptura de los códigos morales que vinculan a sociedad y autoridad", mantiene el profesor Rodríguez.
"Los linchamientos suceden porque los gobiernos no atienden la emergencia cuando está sucediendo y por el hartazgo ante la impunidad y la falta de justicia en un contexto de permanente inseguridad y altos niveles de criminalidad", afirma Godínez que desmonta algunas opiniones y creencias sobre estos actos: "No es en las zonas con mayores índices de criminalidad donde suceden los linchamientos. Ahora bien, existe evidencia verificable de que en las semanas y meses previos a un acto de linchamiento, en la localidad en cuestión se denunciaron con insistencia delitos que las autoridades locales, estatales y federales no atendieron".
Sobre la relación de la legislación de los usos y costumbres, algo que prevalece en zonas indígenas, como causa de los linchamientos, las opiniones son contrarias. "Se dan especialmente en zonas donde se practican los usos y costumbres y la Justicia se entiende también como una venganza personal", explica Francisco Rivas.
"Hay que descartar que los linchamientos sean expresión de los usos y costumbres. Por el contrario, la violencia colectiva tiene que ver con el grado de irritación social y la falta de confianza en las autoridades a nivel local o regional", sostiene Rodríguez Guillén.
"Mención especial merece el falaz lugar común según el cual la práctica de los linchamientos forma parte de los usos y costumbres, es una expresión de justicia indígena o representa una manifestación del México profundo. No hay ningún indicio ni justificación para seguir repitiendo esta inexactitud", afirma Godínez.
"Sólo el 2% de los delitos llega a los tribunales"
Por tanto, parece que la mezcla de sensación de impunidad, exposición a la violencia y falta de creencia en las autoridades es la que crea el explosivo cóctel que hace estallar a poblaciones a cometer crímenes execrables. "Sólo el 2% de los delitos llega a los tribunales. El 72% de los mexicanos creen que estas acciones son el resultado de la falta de justicia", dice Gerson Hernández.
Ante esa indefensión, los vecinos comienzan a armarse y asumir las tareas de seguridad, cuyo límite máximo en el país fue la creación de las polémicas autodefensas ante la amenaza de los grupos narcos: "Se crean servicios de vigilancia, con civiles armados, que se organizan para vigilar e impartir justicia por encima de los propios cuerpos policiales", señalan los expertos.
"Habitantes de San Juan Ixtayopan, lincharon a dos oficiales de la Policía Federal Preventiva y un tercero salvó la vida gracias a la intervención del Grupo Especial de Reacción Inmediata. El motivo fue el rumor propagado por habitantes del lugar en el que se acusaba a los oficiales de pretender secuestrar niños de una escuela primaria", pone como ejemplo en su informe el profesor Rodríguez que habla de una crisis de valores que afecta a la propia Iglesia católica incapaz de parar estos actos violentos: "Podemos afirmar que la crisis de autoridad ha alcanzado a la misma Iglesia, que ha sido incapaz de influir en quienes han participado en los diferentes linchamientos, en un país con una población mayoritariamente católica. El sacerdote del pueblo Magdalena Petlacalco en la delegación Tlalpan, en referencia a otro caso de linchamiento, afirmó: "Los días lunes y martes se confesaron aproximadamente 500 personas del pueblo de Magdalena. Hay tanta gente que se ha arrepentido como gente que no lo ha hecho".// El Mundo
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